¿Y SI JUNTO AL CASCO USAMOS EL SENTIDO COMUN?

A finales del siglo XX surge un fenómeno nuevo en la historia de la humanidad; el desprecio por la vida o la cultura de la muerte.
Cualquier valor necesita de la vida para hacerse realidad. Si no hay VIDA todo valor carece de sentido. La vida está hecha del conjunto de empresas y actos que el hombre realiza. Es el tiempo que el hombre tiene para sembrar.
Se oponen a la vida, valor supremo en cierto sentido, todos aquellos actos que no la respetan, en uno mismo o en los demás o que de algún modo impidan la realización de la tarea que cada hombre debe llevar a cabo. La falta de respeto fundamental, la privación de la vida, constituye una falta grave.
Son ilícitos todos aquellos actos que puedan poner en peligro o dañen la salud e integridad del cuerpo y del alma. La gravedad de su ilícitud dependerá de los daños causados. Por ejemplo, hay obligación de tomar precauciones ordinarias para prevenir accidentes tanto en el trabajo como en el tránsito, en los deportes, en el hogar, etc. Existe la obligación ética de observar todas las leyes civiles que regulen la seguridad laboral y su quebrantamiento no está exento de culpabilidad. Tambien hay la obligación ética de cumplir las leyes del tránsito y conducir con pericia y prudencia.
En relación con el uso y abuso de los derechos en la calle, hay una dimensión de vida o muerte que compromete la responsabilidad de cada hombre, responsabilidad a la que ninguno puede sustraerse.
Si tomaramos a la VIDA como un valor a tener en cuenta, no sería necesario recordar a cada instante o ante cada accidente, las leyes nacionales vigentes que se refieren al uso del CASCO en el manejo de las motos, o la protección ante el SIDA, o el no consumo de drogas, etc.... Todo esto es una consecuencia del valor que se le da a la vida propia y ajena.
Puesto que se trata de un VALOR FUNDAMENTAL, condición de los demás, todos nos hemos de proponer defender y mejorar la vida para toda la humanidad.